jueves, 18 de septiembre de 2008

SOY ANDALUZ

Todo el que se acerca por aquí sabe de mi pasión por CÓRDOBA. Visito ANDALUCÍA con mucha frecuencia y cada vez más, noto cierta tendencia a fijar canones de pertenencia a la raza.

YO NO HABLO COMO LOS MORANCOS,

TAMPOCO SE BAILAR SEVILLANAS,

TAMPOCO ME SÉ EL HIMNO DE ANDALUCÍA, ni tengo ninguna intención de memorizarlo,

NI LEO A LORCA, NI ME SÉ DE MEMORIA NINGUNO DE SUS VERSOS,

NI HE IDO NUNCA A LA FERIA DE SEVILLA, NI A LA SEMANA SANTA DE SEVILLA,

NI VOY A LOS TOROS,

NI ........ .

Los puntos suspensivos los iré rellenando con el tiempo, porque la lista es muy larga. Parece ser, que para ser andaluz hay que pasar un riguroso examen y encajar en una serie de patrones estrictos.

PUES NO, NO Y NO y MIL VECES NO

Mi amor y mi pasión por ANDALUCÍA no quiero, no admito que se cuestione porque no se ajuste a unos patrones arbitrarios. Porque no se ajuste a unos cánones, que un señor (o señores, que no conozco de nada), me quieran imponer. No consiento que se pongan en cuestión mi andalucismo, solo porque alguien decida que mi ser ANDALUZ, tenga que responder a unos patrones determinados.

Y ahora puntualizo:

1.- No tengo nada contra "LOS MORANCOS".

2.- No tengo nada contra las sevillanas ni contra quien disfruta de ellas. Si, contra quien quiere obligarme a disfrutar de ellas.

3.- No tengo nada contra el himno de andalucía, pero si, contra quien quiera imponermelo como una seña de identidad mía. Por otra parte, después de haberselo escuchado a ROCÍO JURADO, cantarlo en la película "LA LOLA se va a los PUERTOS", ¿quién se atreve a cantarlo? Después de ese derroche de emoción y arte. YO elijo cuales son mis señas de identidad.

4.- Recuerdo el impacto que sufrí en mi adolescencia cuando tuve mi primer encuentro con la obra de LORCA. Puro éxtasis. Ahora ya tengo 46 años, y he tenido tiempo de salir de la adolescencia. Ahora me voy a JUAN RAMON JIMENEZ o VICENTE ALEIXANDRE, por ejemplo, que no son menos andaluces, y tampoco son peores poetas, y la cultura oficial los tiene en las catacumbas. Por otra parte, a mi ya la cosa RACIAL, me produce sarpullidos. Y no es cuestión de seguir en la adolescencia. Es posible que a la clase política andaluza le venga bien un pueblo preadolescente e impresionable aún. Pero yo no estoy por la labor de adolescente perpetuo.

5.- No tengo nada contra SEVILLA, ni con ninguna de sus fiestas. Pero cada vez más me horrorizan las aglomeraciones de gente.

6.- No tengo nada contra los toros, ni soy antitaurino.

SER ANDALUZ NO ES LO QUE ALGUIEN DECIDA QUE ES

SOY ANDALUZ COMO A MI ME DA LA GANA, NO COMO OTROS DECIDAN POR MI, NI ME LO IMPONGAN

SOY ANDALUZ

Todo el que se acerca por aquí sabe de mi pasión por CÓRDOBA. Visito ANDALUCÍA con mucha frecuencia y cada vez más noto cierta tendencia a fijar canones de pertenencia a la raza. YO NO HABLO COMO LOS MORANCOS, TAMPOCO SE BAILAR SEVILLANAS, TAMPOCO ME SÉ EL HIMNO DE ANDALUCÍA, ni tengo ninguna intención de memorizarlo, NI LEO A LORCA, NI ME SÉ DE MEMORIA NINGUNO DE SUS VERSOS, NI HE IDO NUNCA A LA FERIA DE SEVILLA, NI A LA SEMANA SANTA DE SEVILLA, NI VOY A LOS TOROS, NI ........ . Los puntos suspensivos los iré rellenando con el tiempo, porque la lista es muy larga. Parece ser, que para ser andaluz hay que pasar un riguroso examen y encajar en una serie de patrones estrictos. PUES NO, NO Y NO y MIL VECES NO Mi amor y mi pasión por ANDALUCÍA no quiero, no admito que se cuestione porque no se ajuste a unos patrones aritrarios. Porque no se ajuste a unos cánones, que un señor (o señores, que no conozco de nada, me quieran imponer. No consiento que se pongan en cuestión mi andalucismo, solo porque alguien decida que mi ser ANDALUZ, tenga que responder a unos patrones determinados. Y ahora puntualizo: 1.- No tengo nada contra "LOS MORANCOS". 2.- No tengo nada contra las sevillanas ni contra quien disfruta de ellas. Si, contra quien quiere obligarme a disfrutar de ellas. 3.- No tengo nada contra el himno de andalucía, pero si contra quien quiera imponermelo como una seña de identidad mía. Por otra parte, después de haberselo escuchado a ROCÍO JURADO, cantarlo en la película "LA LOLA se va a los PUERTOS", ¿quién se atreve a cantarlo? Después de ese derroche de emoción y arte. 4.- Recuerdo el impacto que sufrí en mi adolescencia cuando tuve mi primer encuentro con la obra de LORCA. Puro éxtasis. Ahora ya tengo 46 años, y he tenido tiempo de salir de la adolescencia. Ahora me voy a JUAN RAMON JIMENEZ o VICENTE ALEIXANDRE, por ejemplo, que no son menos andaluces, y tampoco son peores poetas, y la cultura oficial los tiene en las catacumbas. Por otra parte, a mi ya la cosa RACIAL, me produce salpullidos. Y no es cuestión de seguir en la adolescencia. Es posible que a la clase política andaluza le venga bien un pueblo preadolescente e impresionable aún. Pero yo no estoy por la labor de adolescente perpetuo. 5.- No tengo nada contra SEVILLA, ni con ninguna de sus fiestas. Pero cada vez más me horrorizan las aglomeraciones de gente. 6.- No tengo nada contra los toros, ni soy antitaurino. SER ANDALUZ NO ES LO QUE ALGUIEN DECIDA QUE ES

martes, 16 de septiembre de 2008

LA FORZA DEL DESTINO

Estoy escuchando LA FORZA del DESTINO de GIUSEPPE VERDI, en la versión de MARIA CALLAS dirigida por TULLIO SERAFIN. Está demás que hable de la CALLAS ahora, ya se han dicho muchas, tal vez demasiadas. Me gusta esa versión, la he escuchado repetidamente y me atrapa irremisiblemente. Hace décadas se decía que los argumentos de las óperas estaban desfasados y que el presente no se daban ninguna de esas situaciones. Hechos, comportamientos que solo se daban en una época oscura, ya lejana. Doña LEONORA quiere casarse con un extranjero. Bueno, eso en principio es algo muy actual. El padre no está de acuerdo en la boda y el hermano tampoco. Bueno, tampoco es tan raro hoy en día. El padre muere en un accidente con armas de fuego. Pues me parece muy verosimil en los tiempos que corren. Sigamos con LEONORA. El hermano quiere asesinar a LEONORA porque ha querido casarse con el extranjero. Hace ya unos años, que en SUECIA, DINAMARCA, ALEMANIA, por toda esta EUROPA nuestra, ha sucedido que los padres o hermanos de una mujer la han asesinado porque casarse con un hombre que no pertenece a su raza o a su religión. Así que la situación de LEONORA, me sigue pareciendo bastante actual. Afortunadamente no es la norma general, pero si se da en EUROPA, es portada en muchos periódicos.

CRÍMENES de HONOR, dicen que los llaman, ¡¡¡¡¡cómo si en algún caso, el asesinato de un ser humano indefenso pudiera ser honorable!!!!!

¡¡¡¡¡¡Qué horrenda y execrable práctica!!!!!. ¡¡¡Qué degradación del ser humano!!!! ¡¡¡¡Qué abyeción!!!!

Pero a lo que vamos y perdón por el inciso, eso después de décadas que parecía que eso había quedado perdido en los más oscuros abismos de épocas remotas y pasadas, de nuevo es algo actual. No entro a analizar el hecho, sino a citarlo. Parece que hasta ahora, LA FORZA del DESTINO, las desventuras de doña LEONORA, es de lo más actual, de portada de periódico occidental. Tenemos además una guerra en EUROPA. Hace no demasiados años parecía que una guerra en EUROPA era impensable. Nada más actual, aparece de nuevo el las primeras páginas de la prensa. Parece que, de nuevo, hechos que ya creíamos superados para siempre en esta nuestra querida EUROPA, están de nuevo con nosotros. Parece que a LA FORZA del DESTINO, el destino, nos la ha vuelto a jugar o a traer de nuevo. Otra cosa, que de nuevo se está poniendo de moda es pasar unos días en la hospedería de un monasterio. A mi también me pasa, yo desde luego, cada vez que paso por CÓRDOBA quiero subir a ver las ermitas de las sierra. Por cierto, que parte de la acción de la historia transcurre en HORNACHUELOS, (Córdoba) y en el santuario de la VIRGEN de los ÁNGELES, patrona de HORNACHUELOS. Perdonen, pero ya saben todos los que a mi blog frecuentan de mi pasión por Córdoba. Sigo con LA FORZA del DESTINO. Parece ser que nuestra FORZA del DESTINO, vuelve a estar de la más rabiosa actualidad. He visto LA VALQUIRIA emitida por VEOTV. La versión de PATRICK CHÉREAU, dirigida por PIERRE BOULEZ. Me ha parecido espléndida, conmovedora, coherente escénicamente. Me he quedado embobado escuchándola y viéndola. ¿Tendremos hoy día una puesta en escena actual de LA FORZA del DESTINO, tal y como aparecen en las portadas más actuales de hoy? O tendremos una actualización, (tal vez muchas) que son verdaderos desatinos sin sentido.

jueves, 11 de septiembre de 2008

DE MUERTE ~ teatro

MONTAJE TEATRAL: «De Muerte» de Javier Carmona Cano y Antonio S. Aragón Gotarredona. Al respetable. La cotidianeidad de la muerte desaparece poco a poco de nuestras vidas. Paulatinamente está siendo arrinconada, maquillada, y disimulada. Ya se van terminando aquellos velatorios interminables, de días; en los que se comía y vivía con el cadáver. Ahora eso ya no se estila, se considera de mal gusto. Quedará aún en pueblos remotos, casi desiertos de España. De esos pueblos, que, por poco significativos, no son considerados en esa realidad que nos creamos. De ahí, que poco a poco vayamos desterrando todo aquello que no nos permita sentirnos seguros, llenos de ese bienestar que predica nuestra sociedad. Nos convierte esta actitud en seres encerrados en una virtualidad que nos quita todo desde la libertad hasta a uno mismo. Esto ocurre a fuerza de quitarnos de en medio todas esas cosas que pretendidamente atacan nuestro bienestar, nuestra seguridad. Alguien no se sabe muy bien porqué, ni quien, establece los patrones normalizados de lo que pretendidamente nos amenaza. La fealdad, la miseria, la desesperación, el horror, la suciedad, el sufrimiento, la autodestrucción, ... , todo, hasta llegar a la muerte. No aceptamos de buena gana nuestra naturaleza humana, la corrupción, imaginar nuestro cuerpo descomponiéndose, corrompido, putrefacto, despidiendo olores nauseabundos y repugnantes. El fuego purifica todo, nos quemamos y nos embuten en delicadas, y hasta perfumadas urnas asépticas que suelen quedar bastante bien con el mobiliario. La muerte no debe causar horror es algo natural con lo que hay que enfrentarse. Visto lo cual, más vale que vayamos asimilándola, como parte de nosotros mismos y no como un hecho traumático. Romper la cápsula en la que se nos mete, o en la que nos dejamos meter por pura desidia, indiferencia, comodidad o inconsciencia, es un ejercicio de libertad, de realidad, de vida, y de aceptación de nosotros mismos. Nosotros mismos es lo único que poseemos, y si no nos entregamos a respetarnos, conocernos y amarnos tal cual somos, estaremos siempre metidos donde otros nos metan. No hay que cerrar los ojos a las inseguridades, a los miedos, al desasosiego. Hay que mirarlos a la cara con descaro, vernos en ellos, afrontarlos, superarlos, asumirlos y liberarnos de y en ellos. Hay que vivir mirando a los ojos y con los pulmones llenos más de vida que de aire, desde nosotros mismos. Este mirar a la cara a la muerte con el alma serena no es un invento de nadie, es algo inherente a la naturaleza humana. Es una vivencia común que surge de cada ser humano. De algunos de ellos se ofrecen retazos en este montaje que hemos titulado: «De Muerte». Mario Benedetti, Luigi Pirandello, Juan Manuel Castillo, William Shakespeare, y nosotros dos mismos nos hemos metido dentro de nosotros mismos y nos hemos arrancado las vivencias y sugerencias que nos brotan de un hecho del que es inútil querer huir. Son las nuestras, personales e intransferibles; las suyas están en si mismos, pero tengan en cuenta que sólo podrán demorarlo durante un tiempo. No crean, no es ni morboso, ni desagradable. Se trata tan sólo de que nuestra actitud sea diferente. Con este fin hemos reunido textos de los autores mencionados. Es la constatación de la presencia cotidiana de la muerte en diferentes contextos y situaciones que dan como resultados vivencias diferentes del ser humano ante la realidad de la muerte. No de la propia, sino la del amor que colocamos en el otro. Amor o carencias y necesidades, que nutren nuestra total dependencia de la vida. Hemos querido recoger tanto las físicas como las anímicas. Hemos recogido poesía, novela, narrativa, y teatro, articulados con un texto de Antonio Aragón Gotarredona, sobre una idea de Javier Carmona Cano, artífices del conjunto de la obra. Es un intento de congraciarnos con nuestra naturaleza, con nosotros mismos y de no aislarse de la realidad que se nos ha concedido así y no de otra manera. De Muerte
Hombre preso que mira a su hijo
Cuando era como tú me, enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quien se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos
realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula
olvidaban poner el acento en el hombre
la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y estos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles
uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos
por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos
tu ya sabes que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio
y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías
y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre
botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides
por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre
pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar
que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por tanto todos los teléfonos
y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquinas
en qué bar
qué parada
qué casa
y acordarse de ti
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosa morirse de vergüenza
por eso ahora
me puedes preguntar
y sobre todo
puedo yo responder
uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere
llora nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos
gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse
llora
pero no olvides
(Mario Benedetti)

Muerte está tomando un zumo de tomate muy rojo con pimienta, sal y hielo. Erguido, elegante, refinado, más, ni envarado, ni altivo, ni estirado, ni distante. Apartado en la barra o solo en una mesa se muestra encantador. Es obvio que nadie puede resistírsele. Su poder de seducción es casi hipnótico, y de una naturalidad fuera de toda duda.
Muerte:
No vengo aquí y ahora por cuestiones de trabajo; así que espero que compartan conmigo sosegadamente estos minutos. No entraré en si en esta ciudad voy a tener esta noche algún pequeño asunto, ... . Dejemos en este instante el trabajo fuera. No obstante, permítanme, por favor, que me presente. Soy Muerte. Es posible que ustedes no me crean. Usan sus patrones humanos y me ponen sexo. ¡Creen que soy mujer eh!. No soy persona, es obvio, ¿por qué habría de tener sexo?. Ni sexo, ni carnet de identidad, ni número de la seguridad social. Para acabar mi curriculum diré que soy un verdadero profesional y con una gran experiencia, mi trayectoria es intachable. Y no me vayan a recordar ahora lo de Lázaro, eso fue una prórroga. Sé que alguno de ustedes pretende quitarme el trabajo, más bien imitarme, ... . Silencio. Se levanta camina y recuerda algo abstraído. Son ustedes tantos y desde hace tanto tiempo. Siempre es igual, tantas inquietudes, tantos afanes. Todos esos anhelos de poseer, de ser, de poder. Ustedes son solos y efímeros. Unos cuantos átomos solos y efímeros que pretenden poseer la tierra que pisan. Dirigiéndose ahora a alguna persona concreta. Sabe usted, en mi largo camino profesional nunca vi tan poco creerse tanto. Es posible que usted crea que la bebida que tiene entre las manos le pertenece, o el coche por el que ha pagado, o su casa. Lamento decirle que yo no lo creo. Es la tierra la que los posee, no son ustedes los que poseen la tierra. Es la tierra los que los devuelve a su eterno ser, al aire, a las aguas, a los árboles, al sol o a las estrellas. En eso, lo de la reencarnación es rigurosamente cierto Ahora para el respetable. Eso en cuanto a sus cuerpos, respecto a lo demás, lo dejaremos para nuestra ineludible cita. Hay que probarlo todo en esta vida, aunque sólo sea una vez. A mí también. No crean ustedes que me muestro superior, o que les desdeño. No, nada de eso. Si fuera una persona, ustedes me habrían hecho vivir sentimientos y sensaciones innumerables. Sobre todo, sobre todo mucha ternura y mucha risa. Risa porque no se puede ir por ahí pretendiendo ser otra cosa que una persona. Ternura porque hay personas que solo quieren ser eso, una persona. Sin embargo, no estoy aquí ni para sermonearles, ni para criticarles, ni para ... . Quiero exponerles lo que percibo mientras trabajo. Aquí y ahora no estoy trabajando, más si lo estoy haciendo ahora en muchos otros sitios. De todas formas y maneras. De la diversidad se encargan siempre ustedes. Mis caricias son siempre las mismas. ¿Será por eso que nadie repite?. Con dulzura, melancolía y una sonrisa hacia otra persona. Nadie ha tenido a tantos entre sus brazos. Los he tenido a todos y con todos tengo cita privada. No con todos esta noche, si con algunos, ... . Con mi trabajo es una suerte no ser una persona. Las personas se encariñan con un abrazo, con una caricia, con una sonrisa, con una mirada, con tan poca cosa a veces. Algunos no tienen en su vida nada de eso hasta llegar a mí. Yo les noto su agradecimiento, sus afectos, su sosiego, su consuelo. Soy su única experiencia de ello, sintiéndome como una caricia, como un soplo de aire fresco.
Al respetable.
De eso vengo a hablarles, de alguna de mis citas. Todas ellas distintas. Algunos me llegan ya muertos a los brazos. No sienten mis caricias. Entre el deseo y el temor está la mayoría, casi como la primera vez en el sexo. Eso le ocurría a Matías. Quiero hablarles primero de Matías. No puedo negarlo, me simpatiza. Si fuera una persona sentiría una especial debilidad por él. Una persona cotidiana, y por eso más valiosa. Un usurpador tal vez, pero cuando uno se muere sin mis caricias, es algo complicado esperar hasta llegar a mis brazos. Y verán porqué.
«El difunto Matías Pascal» (fragmento)
Me parece verlas todavía, allí en la cuna, una al lado de la otra; se arañaban entre ellas con aquellas manitas tan débiles y, sin embargo, tan armadas por un instinto salvaje, que producían escalofríos y piedad: miserables, miserables, miserables, más que aquellos dos gatitos que encontraba cada mañana dentro de las ratoneras; y tampoco ellas tenían fuerza para llorar, como aquellos para maullar; y, mientras tanto, se arañaban. Las separé, y al primer contacto de aquellas carnes tiernas y frías tuve un escalofrío nuevo, un temblor de ternura inefable: ¡eran mías! Una se murió pocos días después; la otra, en cambio, quiso darme tiempo a que le tomara cariño, con todo el ardor de un padre que, no teniendo ya otra cosa, hace de su criatura la única finalidad de su vida; quiso tener la crueldad de morírseme cuando ya tenía casi un año y cuando se había vuelto muy bonita, mucho, con aquellos rizos de oro con que me envolvía los dedos y a los que besaba sin saciarme nunca; me llamaba «Papá», y le contestaba en seguida: «Hija», y ella de nuevo: «Papá ...», así, sin motivo, como se llaman los pájaros entre ellos. Se me murió el mismo día y casi a la misma hora que mi madre. Yo no sabía como repartir mis cuidados y mi pena. Dejaba a mi pequeña descansando y corría a ver a mi madre, que no se preocupaba de ella, de su muerte, y me preguntaba por la nietecita, acongojándome por no poderla volver a ver más, besar por última vez. ¡ Y ese dolor duró nueve días! Pues bien: después de nueve días y nueve noches de vela constante, sin pegar ojo ni siquiera un minuto; ¿debo decirlo? (muchos, seguramente, tendrían reparo en confesarlo; pero, sin embargo, es humano, humano, humano) yo no sentía ninguna pena, no, al primer momento; me quedé durante un rato en una melancolía atónita, espantosa, y me dormí. Eso es. Luego, si, cuando me desperté, el dolor me asaltó rabiosamente, feroz, por mi hijita, por mi madre, que ya no existían... . Y estuve casi a punto de volverme loco. Durante toda una noche vagué por el pueblo y por los campos, no sé con que ideas por la cabeza; sé que, al final me encontré en la finca de la «Stía», cerca de la presa del molino, y que un tal Felipe, viejo molinero, que estaba de guardia, me cogió, me hizo sentar más allá, bajo los árboles, y me habló durante mucho, mucho rato de mamá, y también de mi padre, y de los buenos tiempos lejanos; y me dijo que no tenía que llorar y desesperarme de aquel modo, porque, para cuidar a mi hijita, en el mundo de más allá, se había ido la abuela, la abuelita buena, que la tendría en las rodillas y le hablaría siempre de mí, y no la dejaría nunca sola, nunca. Tres días después, Roberto, como si hubiese querido pagarme las lágrimas, me envío quinientas liras. Quería que diera una digna sepultura a mamá, decía. Pero en eso había pensado ya tía Escolástica. Aquellas quinientas liras se quedaron durante un tiempo entre las páginas de un libraco de la Biblioteca. Luego sirvieron para mí, y fueron la causa de mi primera muerte.
(Luigi Pirandello)
Les diré, que esa sensación de morirse en vida, le duró únicamente unos días. Tomó prestada otra vida y al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que la única vida que uno puede vivir es la suya. ¡Ah, ustedes los hombres!, viven ignorándome, más todos y cada uno de ustedes acabarán rindiéndose a mí, en mis brazos. Esa es su vida y la mía. Debo confesarles que yo no puedo vivir sin ustedes. Nuestras vidas están indisolublemente unidas. No nos quejemos. Ni la suya, ni la mía son tan malas. De hecho, hay quien pide una soñada. Eso es lo que me encontré en otra de mis citas. Una vida soñada; un grito más bien. Y verán porqué.
Una vida aunque fuera ... soñada
Se podría suponer que a mis sesenta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) pocas cosas ya en la vida me pueden sorprender. Sin embargo, hoy en el vecindario no se habla de otra cosa, que de la pobre señorita Emilia, que por desventura o por deseos del de arriba ha dado a luz un niño muerto. Yo más bien creo que ha sido porque debido a su embarazo complicado debería haber ido a un buen hospital y no a esa mierda de edificio donde los enfermos quintuplican a las camas y donde si las enfermeras han estudiado su correspondiente carrera superior yo soy ... ¡dejémoslo!. Pero es que estas cosas joden, ya ves la pobre Emilia, a la que casi no conozco, que se lleva también su porción de desgracias y de mierda, imagino que como todos los que viven en los barrios bajos de las grandes ciudades. Mi parte, me refiero a mi porción del pastel de mierda, es un insignificante olvido. Pero eso no es nada en comparación con lo de la pobre Emilia. ¿Su pecado?, ser joven y no parar de soñar con un príncipe azul que le traería entre las manos aunque fuera un gramo de felicidad. ¿Qué se encontró?, sencillamente, se dio de bruces con la realidad, con un príncipe azul desteñido y borracho, que le trajo entre las manos un par de hostias y un abandono; y que queréis que os diga, el gramo de felicidad ha nacido muerto hoy. Y es que estas cosas joden, aunque a mis cincuenta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) todo esto se ve venir de lejos. Y aunque no os lo creáis, yo sé lo que es haber nacido muerto, de una forma o de otra, sobre todo físicamente, yo se lo que es eso. Pero no es cuestión de contarlo aquí, esa es otra historia. Sinceramente por quien más lo siento es por Emilito, quedas bautizado, que aun que su porción de pastel fuera la más grande, ha perdido la posibilidad de por lo me nos intentar ser feliz, que es lo mínimo que se merece cualquiera. Aunque hubiera sido amargura, por lo menos hubiera sido algo. Además, conozco a demasiadas personas, que aún respirando y todo, están formalmente muertas. Son cadáveres andantes que ni siquiera se han arriesgado a vivir y que encima, para cabrearle a uno más, los hay que no paran de quejarse. Pero esa es otra historia. Y podréis suponer, que hoy estoy cabreado, y no sólo por lo de la pobre señorita Emilia, que ya es para estarlo, sino también porque algún imbécil ignorante ha decidido que a mis cuarenta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) no soy apto para seguir ejerciendo la enseñanza. Supongo que hoy el de arriba, los del hospital y ese ignorante imbécil han decidido amargarnos la vida. La única solución que nos queda, por lo menos hoy, es no quitarnos el pijama y seguir escuchando a Chavela, que ella seguro que nos comprende. Esta supuesta prejubilación o que-te-den-por-culo como yo la llamo, imagino que ha llegado por un par de firmas en unos panfletillos de nada que ellos llaman revolucionarios y que yo denomino de sentido común. O quizás debido a que mis estudiantes y yo hicimos no hace mucho una sentada delante del despacho del rector con la finalidad de darle una clase gratuita de Literatura de la buena, ya sabéis, Martí, Vallejo, algo de Neruda y de un amigo nuestro llamado Benedetti. Reconozco que también manteníamos la intención de darle más de un guantazo si al buen señor le da por salir del despacho. Pero, que queréis que haga a mis treinta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) con el corazón en plena ebullición y con el único pecado sobre los hombros de ser joven y no parar de soñar. Todavía me queda el consuelo de que, al salir del calabozo de la comisaría, vayamos todos a tomarnos un buen café, o alguna otra cosa, con la leche bien templada a aquel rincón de la calle vieja, si, aquel que tiene esa camarera tan guapa. Y al irse mis compañeros improvisaré cualquier excusa para quedarme, algo inútil, intuyo, debido a sus continuas risas y a sus deseos de que haya buena suerte. Me quedo apartado en la última mesa del fondo mareando otro café e intentando absurdamente leer los versos de Rubén Darío que me hablan de juventud, princesas y piedras que ya no sienten. Absurdamente digo, porque no puedo despegar de su cuerpo, de su piel morena y su gerente, mi febril mirada, que de vez en cuando se rompe con la suya y me dedico de lleno a ser joven y no dejar de soñar, esa cosa tan simple y fácil para mí a mis veintipico años (el pico permitidme que se me olvide). Ahora tan sólo queda aguardar a que cierre y luego buscar un rincón oscuro que nos prepare la ciudad para rompernos el cuerpo a beso limpio. Y lamentablemente, desde aquí hasta mi nacimiento, no recuerdo nada; tan sólo que estuve a un paso de vivir, que me quedé en el umbral debido al complicado embarazo de mi madre y a las deficiencias del hospital. Lo peor es que a las dos semanas me llevé a mi madre conmigo, y que ahora de nosotros tan sólo quedan en este mundo dos agujeros en la tierra húmeda y el recuerdo de un viejo que se molestó en regalarme una vida aunque fuera ... soñada.
(Juan Manuel Castillo)
Cada vida que llega hasta mis brazos renueva la mía. Mi vida renueva su sentido. La suya, aunque ustedes no lo crean, por fin encuentra el suyo. Por fin es suya y libre. Es el instante de gritar: «Todo se ha cumplido». Ese es mi grito, el nuestro. Siempre es distinto. El mío rezumando caricias de ternura, continuo e invariable. No puede ser de otra manera. Tiene que contrarrestar al suyo para conseguir por fin el silencio. El de ustedes es el que siempre es diferente. Ira, miedo, angustia, temor, desesperación, deseo, cansancio, fe, sosiego, aceptación, reposo, ... y cualquiera de sus casi infinitas mezclas. Tantas cosas diversas en ese instante en que estamos en contacto. Un pequeño instante insignificante ante la inmensidad y la infinitud, que pudiera creerse crucial, vital. No es por restarles a ustedes importancia, no me lo tomen a mal, pero es un instante natural, cotidiano en el devenir de unos cuantos átomos. Poca cosa más es. No consideren serias mis palabras. No son sino una charla sobre cosas cotidianas que todos nosotros sabemos. Pero para darle un tono más festivo quiero terminar con la crónica rosa. La aristocracia, la realeza, también se mete en mi cama al menos una vez en la vida. Más como no quiero que esto se llene de reporteros gráficos, me limitaré, no a dejar constancia de mi trabajo, sino a unas reflexiones de alguien que pretendió ligar conmigo antes de tiempo, pero, al igual que otros, al final decidió esperar a la cita que tenía conmigo, sin adelantarla lo más mínimo. ¡Ah, que día el de aquella cita, fue una íntima cita en grupo!. No quiero hablar de aquel encuentro de trabajo. Ya saben, los reporteros gráficos. Me limitaré a esas finas y delicadas observaciones de aquel personaje público. Escuchen, escuchen, ... .
Hamlet (fragmento)
¡Estar o no estar: Esta es la cuestión! ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante Fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir ..., dormir; no más!¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!¡He aquí un término devotamente apetecible!¡Morir..., dormir! ¡Dormir! ... ¡Tal vez soñar!¡He ahí el obstáculo!¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida!¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple puñal? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de nosotros unos cobardes; y así los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción ... Pero ¡silencio!... ¡La hermosa Ofelia! Ninfa, en tus plegarias acuérdate de mis pecados.
(W. S.)
Fin MONTAJE TEATRAL: «De Muerte» de Javier Carmona Cano y Antonio Aragón Gotarredona. El conjunto teatrero: "Manuel García" es un grupo de teatro semiprofesional de reciente creación que cuenta ya en su haber con el estreno de este montaje. No solamente se estrena un montaje nuevo sino una creación versátil que puede adaptarse a escenarios y públicos diversos. Se trata de un espectáculo cuyo núcleo es el texto que se adjunta, pero que concebido de forma dinámica, es susceptible de transformarse en función de las necesidades de cada representación. Personas con las que contactar: Javier Carmona Cano Plaza de la Oca, nº 3, 3º-4 14.010 - Córdoba Teléfono: 629 14 63 96 Antonio Aragón Gotarredona Calle: Virgen del Perpetuo Socorro, nº 8, 6º-A 14.004 Córdoba Teléfono: 627 06 26 18
957 45 31 49
LA OBRA REVISADA MESES DESPUÉS
(Una prueba más, de que segundas partes nunca fueron buenas. Claro que la primera tampoco da para mucho. En fin ....... )

De Muerte

Bar. Mesas y sillas vacías. Camarero solo en la barra. Entra una persona. Parece sorprendida al ver a alguien. Elige una mesa. Se sienta en la silla. Persona, mesa y silla aparecen iluminadas. El camarero lo mira. No lo conoce. Es la primera vez que lo ha visto. Se apresura indolentemente a terminar lo que está haciendo. La persona sentada no muestra ninguna impaciencia. Es más, no parece esperar que el camarero se vaya acercar. Saca un libro. Lo lee inmerso en su lectura. Mientras tanto, el camarero, finalmente, acaba de finalizar lo que tenía entre manos. Se acerca a la persona sentada.

Camarero: Buenas. Dígame, ¿En qué le puedo servir?

La persona es un hombre que parece sorprenderse de que alguien le hable. Erguido, elegante, refinado, mas, ni envarado, ni altivo, ni estirado, ni distante. Apartado en su mesa se muestra encantador. Es obvio que nadie puede resistírsele. Su poder de seducción es casi hipnótico, y de una naturalidad fuera de toda duda. Deja a un lado el libro y conversa con el camarero.

Muerte: ¡Ah es usted! No pensé que se acercará.

Camarero: Disculpe, ¡quizás haya tardado un poco!. A esta hora siempre hay gente. Tenemos un buen ambiente aquí. Es raro que aún no haya venido nadie. (Al decir nadie, Muerte muestra una enigmática sonrisa) Es extraño. Si no hay gente aprovecho para relajarme un poco.

Muerte: Conmigo puede relajarse todo lo que quiera. Si estoy yo, no suele haber mucha gente. Digamos que no soy muy atrayente para los demás.

El camarero se queda un poco perplejo. A él le parece un hombre agradable, si acaso algo misterioso, pero nada más. Para cambiar el tema de la conversación se fija en el libro. Pero antes de que pueda decir nada el caballero se le adelanta

Muerte: ¿Le gusta leer?. A mi mucho. Como ya le digo, no suelo tener muchas oportunidades de charlar con nadie. Me apasiona leer, y además consigo conocer mejor a las personas y enriquecer el tiempo que me queda libre.

Camarero: Si, me gusta leer. Me he fijado en su libro porque me gusta Mario Benedetti. A mi novio y a mí nos gusta mucho Mario Benedetti. (Se deja llevar por un exceso de intimidad con el cliente y sigue hablando) A veces me quedaba en su regazo y el me leía sus versos) Sentía sus versos más hondamente cuando él los pronuncia.

Muerte: Puedo leérselos en voz alta. No hay nadie más. No molestaremos a nadie.

Camarero: ¿Lo haría?

Muerte: ¿Porqué no? Pero mientras tanto, por favor, tráigame un zumo de tomate muy rojo con hielo, pimienta y sal.

El camarero prepara la bebida. A medida que recita el poema va conmoviéndose más. Sensaciones, sentimientos muy intensos se le agolpan en el alma. Revive toda la felicidad que ya no tiene. Predomina un sentimiento gozoso. No obstante evoca hechos felices y tristes. Su vida se hace presente. Revive. Rememora. Está muy vivamente impresionado. Al terminar el poema se acerca muy lentamente con la bebida. Se siente bien, sereno, sosegado, tranquilo y hondamente estremecido.

Hombre preso que mira a su hijo

Cuando era como tú me, enseñaron los viejos

y también las maestras bondadosas y miopes

que libertad o muerte era una redundancia

a quien se le ocurría en un país

donde los presidentes andaban sin capangas

que la patria o la tumba era otro pleonasmo

ya que la patria funcionaba bien

en las canchas y en los pastoreos

realmente botija no sabían un corno

pobrecitos creían que libertad

era tan sólo una palabra aguda

que muerte era tan sólo grave o llana

y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre

la culpa no era exactamente de ellos

sino de otros más duros y siniestros

y estos sí

cómo nos ensartaron

en la limpia república verbal

cómo idealizaron

la vidurria de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército

que tomaba su mate en los cuarteles

uno no siempre hace lo que quiere

uno no siempre puede

por eso estoy aquí

mirándote y echándote

de menos

por eso es que no puedo despeinarte el jopo

ni ayudarte con la tabla del nueve

ni acribillarte a pelotazos

tu ya sabes que tuve que elegir otros juegos

y que los jugué en serio

y jugué por ejemplo a los ladrones

y los ladrones eran policías

y jugué por ejemplo a la escondida

y si te descubrían te mataban

y jugué a la mancha

y era de sangre

botija aunque tengas pocos años

creo que hay que decirte la verdad

para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana

que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas

que tus ojos redondos

miran hipnotizados

son durísimos golpes

son botas en la cara

demasiado dolor para que te lo oculte

demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas

que tu viejo calló

o puteó como un loco

que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números

(por eso no podría ayudarte en las tablas)

y por tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos

y los cabellos y las cicatrices

y en qué esquinas

en qué bar

qué parada

qué casa

y acordarse de ti

de tu carita

lo ayudaba a callar

una cosa es morirse de dolor

y otra cosa morirse de vergüenza

por eso ahora

me puedes preguntar

y sobre todo

puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere

pero tiene el derecho de no hacer

lo que no quiere

llora nomás botija

son macanas

que los hombres no lloran

aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos chillamos

maldecimos

porque es mejor llorar que traicionar

porque es mejor llorar que traicionarse

llora

pero no olvides

(Mario Benedetti)

Camarero: ¿Quién es usted?

Muerte: Permítame, por favor, que me presente. Soy Muerte. (Silencio. Se miran a los ojos muy fijamente) No vengo aquí y ahora por cuestiones de trabajo; así que espero que compartan conmigo sosegadamente estos minutos. No entraré en si en esta ciudad voy a tener esta noche algún pequeño asunto, ... . Dejemos en este instante el trabajo fuera. (Silencio. El camarero deja la bebida en la mesa. Se dirige a la barra y tras ella, saca de un cajón un retrato. Lo deja sobre la barra y lo mira largamente. Muerte lo sigue con la mirada y después se dirige al público) Es posible que ustedes no me crean. Usan sus patrones humanos y me ponen sexo. ¡Creen que soy mujer eh!. No soy persona, es obvio, ¿por qué habría de tener sexo?. Ni sexo, ni carnet de identidad, ni número de la seguridad social. Para acabar mi curriculum diré que soy un verdadero profesional y con una gran experiencia, mi trayectoria es intachable. Y no me vayan a recordar ahora lo de Lázaro, eso fue una prórroga. Sé que alguno de ustedes pretende quitarme el trabajo, más bien imitarme, ... .

Silencio. Se levanta camina y recuerda algo abstraído.

Son ustedes tantos y desde hace tanto tiempo. Siempre es igual, tantas inquietudes, tantos afanes. Todos esos anhelos de poseer, de ser, de poder. Ustedes son solos y efímeros. Unos cuantos átomos solos y efímeros que pretenden poseer la tierra que pisan.

Dirigiéndose ahora a alguna persona concreta.

Sabe usted, en mi largo camino profesional nunca vi tan poco creerse tanto. Es posible que usted crea que la bebida que tiene entre las manos le pertenece, o el coche por el que ha pagado, o su casa. Lamento decirle que yo no lo creo. Es la tierra la que los posee, no son ustedes los que poseen la tierra. Es la tierra los que los devuelve a su eterno ser, al aire, a las aguas, a los árboles, al sol o a las estrellas. En eso, lo de la reencarnación es rigurosamente cierto.

Ahora para el respetable.

Eso en cuanto a sus cuerpos, respecto a lo demás, lo dejaremos para nuestra ineludible cita. Hay que probarlo todo en esta vida, aunque sólo sea una vez. A mí también. No crean ustedes que me muestro superior, o que les desdeño. No, nada de eso. Si fuera una persona, ustedes me habrían hecho vivir sentimientos y sensaciones innumerables. Sobre todo, sobre todo mucha ternura y mucha risa. Risa porque no se puede ir por ahí pretendiendo ser otra cosa que una persona. Ternura porque hay personas que solo quieren ser eso, una persona. Sin embargo, no estoy aquí ni para sermonearles, ni para criticarles, ni para ... . Quiero exponerles lo que percibo mientras trabajo. Aquí y ahora no estoy trabajando, más si lo estoy haciendo ahora en muchos otros sitios. De todas formas y maneras. De la diversidad se encargan siempre ustedes. Mis caricias son siempre las mismas. ¿Será por eso que nadie repite?.

Con dulzura, melancolía y una sonrisa hacia otra persona.

Nadie ha tenido a tantos entre sus brazos. Los he tenido a todos y con todos tengo cita privada. No con todos esta noche, si con algunos, ... .

El camarero que sigue en la barra contemplando el retrato, empieza a hablar.

Camarero: A él también. ¿Qué no se muestra superior? Esta aquí pavoneándose. Jactándose de los que ha tenido en los brazos. No me importa a lo que haya venido aquí, ni si lo ha abrazado o no. Mi amor sigue recio y firme. Sus brazos no lo han helado. Es fuerte y cálido como siempre. No, no le estoy echando nada en cara. Ahora me siento convulso por dentro. En cualquier caso, me alegro que haya venido. Su voz era la de él. Nadie pudo decir esos poemas como él.

Muerte: En mis brazos solo dijo su nombre. Con eso bastó para aprender a decir esos poemas como se los decía a usted. (Silencio. El camarero queda mudo e inmóvil. Sentado, todavía muy afectado por todo. Mientras tanto Muerte se dirige al público) Con mi trabajo es una suerte no ser una persona. Las personas se encariñan con un abrazo, con una caricia, con una sonrisa, con una mirada, con tan poca cosa a veces. Algunos no tienen en su vida nada de eso hasta llegar a mí. Yo les noto su agradecimiento, sus afectos, su sosiego, su consuelo. Soy su única experiencia de ello, sintiéndome como una caricia, como un soplo de aire fresco.

Al respetable.

De eso vengo a hablarles, de alguna de mis citas. Todas ellas distintas. Algunos me llegan ya muertos a los brazos. No sienten mis caricias. Entre el deseo y el temor está la mayoría, casi como la primera vez en el sexo. Eso le ocurría a Matías. Quiero hablarles primero de Matías. No puedo negarlo, me simpatiza. Si fuera una persona sentiría una especial debilidad por él. Una persona cotidiana, y por eso más valiosa. Un usurpador tal vez, pero cuando uno se muere sin mis caricias, es algo complicado esperar hasta llegar a mis brazos. Y verán porqué.

Muerte interpreta los monólogos en un espacio totalmente independiente del decorado del bar si se desarrolla en un escenario. Si se trata de un local diferente, se acondicionará un espacio con iluminación independiente y aislada del resto del local.

«El difunto Matías Pascal» (fragmento)

Me parece verlas todavía, allí en la cuna, una al lado de la otra; se arañaban entre ellas con aquellas manitas tan débiles y, sin embargo, tan armadas por un instinto salvaje, que producían escalofríos y piedad: miserables, miserables, miserables, más que aquellos dos gatitos que encontraba cada mañana dentro de las ratoneras; y tampoco ellas tenían fuerza para llorar, como aquellos para maullar; y, mientras tanto, se arañaban. Las separé, y al primer contacto de aquellas carnes tiernas y frías tuve un escalofrío nuevo, un temblor de ternura inefable: ¡eran mías! Una se murió pocos días después; la otra, en cambio, quiso darme tiempo a que le tomara cariño, con todo el ardor de un padre que, no teniendo ya otra cosa, hace de su criatura la única finalidad de su vida; quiso tener la crueldad de morírseme cuando ya tenía casi un año y cuando se había vuelto muy bonita, mucho, con aquellos rizos de oro con que me envolvía los dedos y a los que besaba sin saciarme nunca; me llamaba «Papá», y le contestaba en seguida: «Hija», y ella de nuevo: «Papá ...», así, sin motivo, como se llaman los pájaros entre ellos. Se me murió el mismo día y casi a la misma hora que mi madre. Yo no sabía como repartir mis cuidados y mi pena. Dejaba a mi pequeña descansando y corría a ver a mi madre, que no se preocupaba de ella, de su muerte, y me preguntaba por la nietecita, acongojándome por no poderla volver a ver más, besar por última vez. ¡ Y ese dolor duró nueve días! Pues bien: después de nueve días y nueve noches de vela constante, sin pegar ojo ni siquiera un minuto; ¿debo decirlo? (muchos, seguramente, tendrían reparo en confesarlo; pero, sin embargo, es humano, humano, humano) yo no sentía ninguna pena, no, al primer momento; me quedé durante un rato en una melancolía atónita, espantosa, y me dormí. Eso es. Luego, si, cuando me desperté, el dolor me asaltó rabiosamente, feroz, por mi hijita, por mi madre, que ya no existían... . Y estuve casi a punto de volverme loco. Durante toda una noche vagué por el pueblo y por los campos, no sé con que ideas por la cabeza; sé que, al final me encontré en la finca de la «Stía», cerca de la presa del molino, y que un tal Felipe, viejo molinero, que estaba de guardia, me cogió, me hizo sentar más allá, bajo los árboles, y me habló durante mucho, mucho rato de mamá, y también de mi padre, y de los buenos tiempos lejanos; y me dijo que no tenía que llorar y desesperarme de aquel modo, porque, para cuidar a mi hijita, en el mundo de más allá, se había ido la abuela, la abuelita buena, que la tendría en las rodillas y le hablaría siempre de mí, y no la dejaría nunca sola, nunca. Tres días después, Roberto, como si hubiese querido pagarme las lágrimas, me envío quinientas liras. Quería que diera una digna sepultura a mamá, decía. Pero en eso había pensado ya tía Escolástica. Aquellas quinientas liras se quedaron durante un tiempo entre las páginas de un libraco de la Biblioteca. Luego sirvieron para mí, y fueron la causa de mi primera muerte.

(Luigi Pirandello)

Les diré, que esa sensación de morirse en vida, le duró únicamente unos días. Tomó prestada otra vida y al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que la única vida que uno puede vivir es la suya. ¡Ah, ustedes los hombres! viven ignorándome, más todos y cada uno de ustedes acabarán rindiéndose a mí, en mis brazos. Esa es su vida y la mía. Debo confesarles que yo no puedo vivir sin ustedes. Nuestras vidas están indisolublemente unidas. No nos quejemos. Ni la suya, ni la mía son tan malas. De hecho, hay quien pide una soñada. Eso es lo que me encontré en otra de mis citas. Una vida soñada; un grito más bien. Y verán porqué.

Una vida aunque fuera ... soñada

Se podría suponer que a mis sesenta y pico años (el pico, permitidme que se me olvide) pocas cosas ya en la vida me pueden sorprender. Sin embargo, hoy en el vecindario no se habla de otra cosa, que de la pobre señorita Emilia, que por desventura o por deseos del de arriba ha dado a luz un niño muerto. Yo más bien creo que ha sido porque debido a su embarazo complicado debería haber ido a un buen hospital y no a esa mierda de edificio donde los enfermos quintuplican a las camas y donde si las enfermeras han estudiado su correspondiente carrera superior yo soy ... ¡dejémoslo!. Pero es que estas cosas joden, ya ves la pobre Emilia, a la que casi no conozco, que se lleva también su porción de desgracias y de mierda, imagino que como todos los que viven en los barrios bajos de las grandes ciudades. Mi parte, me refiero a mi porción del pastel de mierda, es un insignificante olvido. Pero eso no es nada en comparación con lo de la pobre Emilia. ¿Su pecado?, ser joven y no parar de soñar con un príncipe azul que le traería entre las manos aunque fuera un gramo de felicidad. ¿Qué se encontró?, sencillamente, se dio de bruces con la realidad, con un príncipe azul desteñido y borracho, que le trajo entre las manos un par de hostias y un abandono; y que queréis que os diga, el gramo de felicidad ha nacido muerto hoy. Y es que estas cosas joden, aunque a mis cincuenta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) todo esto se ve venir de lejos. Y aunque no os lo creáis, yo sé lo que es haber nacido muerto, de una forma o de otra, sobre todo físicamente, yo se lo que es eso. Pero no es cuestión de contarlo aquí, esa es otra historia. Sinceramente por quien más lo siento es por Emilito, quedas bautizado, que aun que su porción de pastel fuera la más grande, ha perdido la posibilidad de por lo me nos intentar ser feliz, que es lo mínimo que se merece cualquiera. Aunque hubiera sido amargura, por lo menos hubiera sido algo. Además, conozco a demasiadas personas, que aún respirando y todo, están formalmente muertas. Son cadáveres andantes que ni siquiera se han arriesgado a vivir y que encima, para cabrearle a uno más, los hay que no paran de quejarse. Pero esa es otra historia. Y podréis suponer, que hoy estoy cabreado, y no sólo por lo de la pobre señorita Emilia, que ya es para estarlo, sino también porque algún imbécil ignorante ha decidido que a mis cuarenta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) no soy apto para seguir ejerciendo la enseñanza. Supongo que hoy el de arriba, los del hospital y ese ignorante imbécil han decidido amargarnos la vida. La única solución que nos queda, por lo menos hoy, es no quitarnos el pijama y seguir escuchando a Chavela, que ella seguro que nos comprende. Esta supuesta prejubilación o que-te-den-por-culo como yo la llamo, imagino que ha llegado por un par de firmas en unos panfletillos de nada que ellos llaman revolucionarios y que yo denomino de sentido común. O quizás debido a que mis estudiantes y yo hicimos no hace mucho una sentada delante del despacho del rector con la finalidad de darle una clase gratuita de Literatura de la buena, ya sabéis, Martí, Vallejo, algo de Neruda y de un amigo nuestro llamado Benedetti. Reconozco que también manteníamos la intención de darle más de un guantazo si al buen señor le da por salir del despacho. Pero, que queréis que haga a mis treinta y pico años (el pico permitidme que se me olvide) con el corazón en plena ebullición y con el único pecado sobre los hombros de ser joven y no parar de soñar. Todavía me queda el consuelo de que, al salir del calabozo de la comisaría, vayamos todos a tomarnos un buen café, o alguna otra cosa, con la leche bien templada a aquel rincón de la calle vieja, si, aquel que tiene esa camarera tan guapa. Y al irse mis compañeros improvisaré cualquier excusa para quedarme, algo inútil, intuyo, debido a sus continuas risas y a sus deseos de que haya buena suerte. Me quedo apartado en la última mesa del fondo mareando otro café e intentando absurdamente leer los versos de Rubén Darío que me hablan de juventud, princesas y piedras que ya no sienten. Absurdamente digo, porque no puedo despegar de su cuerpo, de su piel morena y su gerente, mi febril mirada, que de vez en cuando se rompe con la suya y me dedico de lleno a ser joven y no dejar de soñar, esa cosa tan simple y fácil para mí a mis veintipico años (el pico permitidme que se me olvide). Ahora tan sólo queda aguardar a que cierre y luego buscar un rincón oscuro que nos prepare la ciudad para rompernos el cuerpo a beso limpio. Y lamentablemente, desde aquí hasta mi nacimiento, no recuerdo nada; tan sólo que estuve a un paso de vivir, que me quedé en el umbral debido al complicado embarazo de mi madre y a las deficiencias del hospital. Lo peor es que a las dos semanas me llevé a mi madre conmigo, y que ahora de nosotros tan sólo quedan en este mundo dos agujeros en la tierra húmeda y el recuerdo de un viejo que se molestó en regalarme una vida aunque fuera ... soñada.

(Juan Manuel Castillo)

Cada vida que llega hasta mis brazos renueva la mía. Mi vida renueva su sentido. La suya, aunque ustedes no lo crean, por fin encuentra el suyo. Por fin es suya y libre. Es el instante de gritar: «Todo se ha cumplido». Ese es mi grito, el nuestro. Siempre es distinto. El mío rezumando caricias de ternura, continuo e invariable. No puede ser de otra manera. Tiene que contrarrestar al suyo para conseguir por fin el silencio. El de ustedes es el que siempre es diferente. Ira, miedo, angustia, temor, desesperación, deseo, cansancio, fe, sosiego, aceptación, reposo, ... y cualquiera de sus casi infinitas mezclas. Tantas cosas diversas en ese instante en que estamos en contacto. Un pequeño instante insignificante ante la inmensidad y el infinito, que pudiera creerse crucial, vital. No es por restarles a ustedes importancia, no me lo tomen a mal, pero es un instante natural, cotidiano en el devenir de unos cuantos átomos. Poca cosa más es. No consideren serias mis palabras. No son sino una charla sobre cosas cotidianas que todos nosotros sabemos. Pero para darle un tono más festivo quiero terminar con la crónica rosa. La aristocracia, la realeza, también se mete en mi cama al menos una vez en la vida. Más como no quiero que esto se llene de reporteros gráficos, me limitaré, no a dejar constancia de mi trabajo, sino a unas reflexiones de alguien que pretendió ligar conmigo antes de tiempo, pero, al igual que otros, al final decidió esperar a la cita que tenía conmigo, sin adelantarla lo más mínimo. ¡Ah, que día el de aquella cita, fue una íntima cita en grupo!. No quiero hablar de aquel encuentro de trabajo. Ya saben, los reporteros gráficos. Me limitaré a esas finas y delicadas observaciones de aquel personaje público. Escuchen, escuchen, ... .

Hamlet (fragmento)

¡Estar o no estar: Esta es la cuestión! ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante Fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir ..., dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir! ... ¡Tal vez soñar! ¡He ahí el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple puñal? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de nosotros unos cobardes; y así los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción ... Pero ¡silencio!... ¡La hermosa Ofelia! Ninfa, en tus plegarias acuérdate de mis pecados.

(W. S.)

Desde la barra comienza a hablar el camarero.

Camarero: ¿Ya ha terminado? ¿Puedo hablar yo ahora? ¿Por qué no hay nadie más aquí hoy? ¿Porqué ha venido? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué ha hablado conmigo? ¿Qué pretende? ¿Por qué ha recitado el poema como él y con qué derecho?

Muerte estalla de risa. Ríe mucho y durante mucho tiempo. Finalmente empieza a hablar.

Muerte: Me esta hablando como si fuera una persona. Me pide explicaciones como si fuera alguien con quien puedes armar una bronca. No soy tangible. Soy algo que pasa. Soy el que os echa el aliento en el cogote en cuanto nacéis. Hasta el momento de darles el ósculo helado que os devuelva al cosmos. Soy una sensación. Una suerte o una desgracia. Soy. Todo muerte. Todo muere. Las personas, los planetas, las estrellas, ... .

Camarero: Ya, ya basta. Me da igual lo que sea. Quiero mis respuestas. Mucho quiere distanciarse de todo lo que no sea usted mismo. Pues no, no está tan lejos de nosotros. Existe porque existimos. Depende de nosotros. La existencia, la existencia es lo que le da vida.

Se ríe de nuevo, cortando el discurso del camarero.

Muerte: ¿Lo que me da vida?. Soy muerte. No tengo vida. Soy muerte. Soy un instante. Soy el último instante. Soy la bajada del telón. ¿El último? Por eso me tiene mas de uno. No obstante, yo no revelaré el secreto. Me niego.

Camarero: No le he pedido ningún secreto. Le estoy exigiendo mis respuestas.

Muerte: Está hablando con nada. ¿Puede responder nada?

Camarero: ¿Qué burla es esta? ¿Por qué lo ha dicho como él? ¿Con qué derecho?. Me pertenece a mí. (Grita) Duele. Me duele. ¿Por qué me hace daño?

Muerte: ¿Su amor no le sirve para arrancarle el dolor?. Ese amor recio y firme.

Camarero: (Con un enorme odio) La cabeza le arrancaría. (Le tira un botella. Llora)

Muerte ríe mucho.

Muerte: Soy muerte. No tengo cabeza. Sigue considerándome como alguien. No soy nadie.

Camarero: No será nadie, pero si cruel.

Muerte: Sigue hablándome como si fuera un ser humano. No se lo que son esos sentimientos de los que me habla. ¿Qué es cruel? ¿Qué es amor? ¿Qué es dolor?

Camarero: Tenemos algo común.

Muerte: ¿Qué?

Camarero: Preguntas.

Muerte sonríe.

Muerte: ¿Seguro?.

Camarero: Ambos tenemos algo que el otro quiere.

Muerte: Respuestas.

Camarero: ¿Seguro?

Muerte: No.

Camarero: El amor me serena. Me hizo daño el pasado. Me cayó de golpe con su voz. Lo trajo con el dolor de antaño.

Muerte: Surge tanto con ustedes en los brazos. No entiendo nada sobre esos sentimientos de los que antes he hablado.

Camarero: Somos un misterio mutuo. Somos eso desconocido el uno para el otro.

Muerte: Tenemos algo en común. No estoy seguro de que ambos tengamos algo que quiere el otro.

Camarero: Yo tampoco. No quiero muerte.

Muerte: Es lo único que soy y lo único que tengo. No tengo respuestas.

Camarero: Mentira. Tiene su voz y uno de sus besos.

Muerte: El último. No es un beso. Es la entrega del aliento.

Camarero: No importa, ¡qué sea un beso!. Devuélvamelo. Déjeme sus labios.

Muerte: Tómelos.

El camarero se acerca a Muerte lentamente. Se quedan los dos frente a frente, de pie. El camarero se va acercando hasta que casi se rozan cara a cara. Se miran a los ojos. Poco a poco el camarero va acercando sus labios hasta los de muerte. Antes de que se rocen, se hace oscuro. Silencio. El camarero aparece solo en escena echado sobre la barra y durmiendo. Su sueño es intranquilo y desasosegado. Aparece un cliente. Interpretado por el mismo actor que Muerte. Está tenso, inquieto, preocupado. Se dirige a la barra y se acerca al camarero.

Cliente: ¡Eh, despierta!, ¡vamos hombre!

El camarero se despierta bruscamente con un grito, se restriega los labios.

Cliente: Soy yo, ¿qué te pasa?

Camarero: Perdona, un mal sueño.

Abre un grifo y se moja la cara y la nuca.

Cliente: Por el grito que has dado, ha de haber sido el peor.

Camarero: No se si ha sido malo, lo que si ha sido es demasiado real.

Cliente: (Pensando en si mismo) Una pesadilla real.

El camarero mientras habla está organizando faena. Colocando vasos, secando platos, etc.

Camarero: La muerte estaba aquí. Hablaba y hablaba, y cambiaba.

Cliente: ¿Cambiaba?

Camarero: Creo que era un hombre. Cambiaba. Ahora Matías Pascal, luego Emilito, después Hamlet. No recuerdo muy bien. Lo tengo todo muy confuso. Me parece que había un retrato. El novio de alguien.

Cliente: Todos juntos a la vez.

Camarero: No, uno detrás de otro. Con la cara borrosa. Por muy cerca que estuviera, no podía ver claramente los rasgos del rostro. Todo muy real y sin ningún sentido.

Cliente: Al fin y al cabo sueños.

Camarero: Tienes razón no hay que darle más vueltas. ¿Y tu, cómo por aquí tan pronto? Hasta dentro de dos horas, no soléis llegar. ¿Dónde te has dejado a los otros?

Cliente: (Tenso) Quería verte a solas.

Camarero: Mírame todo lo que quieras hombre.

Cliente: ¿Qué haces?

El camarero sonríe

Camarero: Cortando rodajas de limón para las bebidas. ¿Para eso querías verme? (Pone el cuchillo encima de la mesa).

Cliente: Me va a costar mucho trabajo hablar de ello. (Juguetea con el cuchillo que ha dejado el camarero sobre la mesa).

Camarero: ¡Hombre, no creo que sea tan grave! Además, tenemos confianza. Somos amigos, ya son 7 años los que nos venimos viendo.

Cliente: No se muy bien lo que me pasa. Es nuevo para mi. Sabes que te aprecio, que te quiero bien.

Camarero: Yo también te quiero.

Cliente: Pero hay formas y formas.

Camarero: Pienso que hay una forma nada más.

Cliente: Mira, no lo sé. Tu sabes lo que quiero decir.

Camarero: No.

Cliente: ¿Te acuerdas de aquel día de tu cumpleaños que alguien te regaló un libro de poemas de Mario Benedetti?

Camarero: Si, hace ya de eso algún tiempo.

Cliente: Tu leíste algunos de los poemas aquí.

Camarero: ¡Ah, si! ¡Mira que me gusta Benedetti!.

Cliente: Fue ese día.

Camarero: ¡Qué pasó ese día!

Cliente: No me lo pongas tan difícil. (Sigue jugueteando con el cuchillo)

Camarero: ¡Tranquilo, no pasa nada! Háblame claro. Y deja de una vez el cuchillo que estás empezando a ponerme nervioso.

Cliente: (Lo deja encima de la barra y deja los dedos cerca del mango) Lo leíste de una manera que me conmovió profundamente.

Camarero: Ya sabes que se me da bien.

Cliente: Desde ese día empecé a sentir una atracción especial hacia ti. Empezó a ser cada vez más honda, más intensa. Ha acabado por ser obsesiva. Me hace daño.

Camarero: Gracias. Sin embargo, no me parece tan grave.

Cliente: No te burles.

Camarero: No me burlo.

Cliente: Es una atracción espiritual, intelectual, ..... (se hace un silencio tenso) y física.

Camarero: ¿Ves?, no pasa nada.

Cliente: Entonces, ¿por qué me siento tan mal?

Camarero: Porque es un sentimiento nuevo.

Cliente: Pero a mi no me gustan los hombres.

Camarero: Acabáramos. Ya sabes el porqué.

Cliente: Yo no soy homosexual.

Camarero: Cálmate, no pasa nada.

Cliente: A ti no. Es a mi a quien le pasa.

Camarero: A ti tampoco, al menos, no te pasa nada que no sea normal. Y déjate de homosexualidad y de rollos raros. Por otra parte, eso no existe.

Cliente: ¿Qué?

Camarero: Somos seres humanos. Lo que si que existe es el deseo, la atracción entre las personas. El amor, la pasión, el sexo. Cada uno elige a la persona en quien volcarlo o simplemente surge. ¿Qué más da la anatomía del otro?

Cliente: Todo esto ha sido un infierno para mi.

Camarero: No deberíamos meternos, poner a las personas en compartimentos cerrados. Yo colocado en estos límites. Lo de fuera, ya lo puedo olvidar. No hay más posibilidades. Pues si, las tenemos todas. No tenemos que renunciar a ninguna si no queremos.

Cliente: ¡Si pudiera sentirlo tan fácilmente como tu lo dices!

Camarero: Tienes razón. Pero aprende a no darle más importancia a ese deseo carnal. Quizás esta sociedad pase de estar compuesta por hombres y por mujeres a estar formada por seres humanos. No tendrá ya mucho sentido el hablar de homosexualidad, heterosexualidad, bisexualidad, etc., etc. Eso se considerará como ser alto o bajo o tener los ojos de un color o de otro.

Cliente: Odio sentirme atraído por otro hombre. No quiero.

Camarero: Eso no es importante.

Cliente: Y a ti, ¿te ha pasado?

Camarero: Alguna vez, pero lo he hablado. Y se ha quedado en eso. En una gran atracción e incluso en una enorme fascinación. Y es que hay personas fascinantes. Nunca ha pasado de ahí. No ha pasado a ser obsesivo.

Cliente: Todo este tiempo, se me ha estado pudriendo dentro.

Camarero: Ese tipo de cosas, al compartirlas, revelan su verdadera importancia, es decir ninguna. Si se consuman bien y si no, igual de bien. No tiene más trascendencia. Son espejismos.

Cliente: ¿Puedo besarte?

Camarero: ¡Claro!

Cliente: ¿En los labios?

Camarero: ¡No te pases! (Se queda pensativo) De acuerdo. Es un beso. Pero que no pase a mayores.

Cliente: ¡Claro! Sabes que te quiero y no quiero pedirte nada que te haga sentir mal.

Camarero: Esto no tiene nada que ver con el amor. Yo también te amo a ti. Tiene que ver con la atracción física, con la pasión, con el deseo, con la fantasía, con el sexo, con cierta sensación de frustración de lo que no se tiene, ... . No siento ese deseo y no puedo corresponderlo. No quiero.

Cliente: Creo que lo se. Pero es tan incontrolable, tan nuevo, tan insoportable, tan desbordante, tan perturbador ... . Me ha transformado en algo que no consigo entender.

Camarero: Yo si te entiendo. Te comprendo. Y aunque así no fuera, somos amigos y no te voy a dejar tirado ahora que estas mal. Venga, dame un beso hombre. Ven aquí.

Cliente: (Silencio) Gracias.

Se sienta en la barra, se gira y queda de cara al camarero. Los dedos de su mano quedan junto al mango del cuchillo que hay sobre la barra. El cliente pone una de sus manos sobre le hombro del camarero. Va acercándose muy lentamente. Mientras que el camarero espera los labios del cliente sereno tranquilo y con una sonrisa. En el cliente se nota un temblor, un estremecimiento. El camarero lo nota. Cuando sus labios están casi rozándose.

Camarero: Tranquilo hombre, no va a pasar nada. Se trata de un beso.

Al ir a ponerse en contacto los labios de ambos, se apagan las luces. Todo se queda en silencio. Finalmente se oye el ruido de un cuerpo desplomarse sobre el suelo y después el de un cuchillo que se cae.

Fin