viernes, 18 de diciembre de 2020

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Bulos y falsos mitos sobre Miguel de Cervantes.

2.- Yo no soy emoción

Este es el segundo artículo. 

Yo no soy emoción

La emoción es algo tan esencialmente humano, que sin emociones nos deshumanizamos por

completo. Las emociones en nuestra sociedad actual siempre se consideran cosas buenas. Da igual

de que emoción se trate. Son incuestionables y maravillosas. Y con todo, lo peor del ser humano

sale a través de las emociones. El amor, la solidaridad, son emociones, pero también lo son, el odio,

el resentimiento, etc, etc, …. . Esto genera e induce la confusión, porque si el único criterio de

acción incuestionable es la emoción, automáticamente queda proscrita la razón. Una de las

principales características de la razón, es el cuestionamiento permanente. Ese cuestionamiento

siempre te saca de tu estado de bienestar, (entiéndase como comodidad). Lo más cómodo es no

cuestionarse.

Me resulta verdaderamente curioso, como desde este moderno estado del bienestar se considera la

Edad Media, como oscurantista. Y me resulta curioso porque la sociedad de la Edad Media, se regía

por una estructura racional, por eso todo el mundo tenía muy claro que era lo justo y lo injusto, y

tenía muy claro la distinción entre el bien y el mal. El moderno no tiene ni idea de eso. Todo es

bueno, nada es malo. Es muy curioso también porque es en la Edad Media, donde se crean las

Universidades, y el método científico. Ahora, lo único que se crea son ideologías. Sin duda, muy

significativo.

Este sentimiento, esta percepción de la Edad Media comienza con la fallida revolución francesa. Su

triada es libertad – igualdad – fraternidad. Y en nombre de la fraternidad empezaron a guillotinar a

todo el que les estorbaba, y a masacrar, como en el caso del genocidio de La Vendée. Lo de hacer

esas cosas por la igualdad es más coherente, lo único humano que iguala radicalmente a la gente es

la muerte. En esos todos somos iguales.

Los revolucionarios convirtieron a la razón en una diosa, Y en el momento en el que convierten la

razón en un ídolo o en una deidad, a quien adorar, guillotinaron también a la razón. Porque la

mitología no entiende de razones, sino de emociones. A partir de ahí, ya solo podemos encontrar

ideologías. Las ideas admiten debate, las ideologías son incuestionables. La razón queda proscrita.

Es un hecho, que tras la revolución francesa surge el Romanticismo. Una de los elementos más

característicos de todo el siglo XIX es el Romanticismo. Sentimentalismo puro y duro. ¡¡¡¡Qué

emoción!!! Hecho: “El sí de las niñas, obra teatral de Leandro Fernández de Moratín, estrenada el

24 de enero de 1806 en Madrid, España,” ¡¡¡Qué romántico y que ilustrado don Leandro!!! Otra

obra decimonónica es Don Juan Tenorio ¡¡¡Qué romántico y que emoción!!!! Y por supuesto lo que

surgen con una fuerza pasmosa, son las ideologías. Pura emoción.

La obra de Cervantes, y en espacial Don Quijote de la Mancha, nos da una descripción distante y

objetiva de los hechos y los comportamientos de la sociedad de su tiempo, y nos proporciona un

cuestionamiento de esos comportamientos, desde el respeto. En las obras románticas es diferente,

porque todos los personajes que se oponen al amor que se describen, son malos, pero muy malos,

pero muy malos, malísimos.

Jesús G. Maestro argumenta estas cuestiones de forma magistral, y nos comenta que la mejor

literatura alemana del siglo XIX, son las obras de sus filósofos. De algunas de las obras de los

filósofos alemanes del siglo XIX es de donde surgen con fuerza inaudita las ideologías actuales.

Por eso la persona de Don Antonio García Trevijano-Forte es tan poderosa, porque su análisis de la

realidad le lleva a la Ciencia Política. Por fortuna, no esas Ciencias Políticas que podemos encontrar

en las universidades actuales, que son pura ideología. Y donde hay ideología, solo hay

adoctrinamiento y nunca cuestionamiento. Donde hay ideología, la razón huye despavorida. 

Villancico 2020 del Hospital Reina Sofía, por el pianista Alberto de Paz