miércoles, 30 de julio de 2008

LA MOTIVACIÓN: ESA QUIMERA LOGSIANA.

LA MOTIVACIÓN: ESA QUIMERA LOGSIANA. Creo que las reuniones con los padres son siempre muy positivas. Para mi, en general, son muy gratificantes. Me hacen sentir bien porque constato, que no solo a mi, el maestro, le preocupa la formación de los alumnos. (Por favor, permítanme que utilice la palabra maestro como sinónimo de la palabra docente. Confío en que nadie se sienta molesto por ello. De ser así, pido disculpas) En la última reunión un padre, (no cito literalmente), vino a decir lo siguiente: “los chicos son ahora diferentes. No se les puede educar de la misma manera”. Yo estoy de acuerdo con esa idea. Pero quisiera matizarla. Los chicos no son diferentes. Los chicos se han forjado diferentes. La sociedad, el ambiente, los estímulos exteriores, etc, los han forjado diferentes. En ese etcétera está incluida la educación. No voy a entrar en la cuantía del porcentaje. Sin embargo, creo que es pequeño. La L.O.G.S.E. compendia en el maestro diversas labores. La del padre, la del psicólogo, la del asistente social, etc. Todas esas labores son demasiadas, para tan pequeño porcentaje. A cada cual le corresponde lo suyo, sobre todo en esta sociedad, en la que impera la especialización. Pienso que uno de los aspectos importantes de la filosofía de la L.O.G.S.E. es la motivación. Confieso estar cada vez más perplejo ante este hecho. Es decir, ante el hecho de dar importancia excesiva a este aspecto. Por otra parte, en ciertos aspectos la creo contraria a la libertad del individuo. Cada individuo, de cualquier edad, tiene derecho a tener las motivaciones que les plazca. No creo que ni el sistema educativo, ni nadie, tenga ningún derecho a imponer ninguna motivación a nadie. Yo no estoy de acuerdo en este aspecto de la ley por esa cuestión de la libertad y por otros motivos. La constitución española recoge entre otras cosas los deberes y obligaciones de los ciudadanos. Los ciudadanos debemos cumplir nuestros deberes y obligaciones, estemos motivados o no lo estemos. Es nuestra obligación. Se acabó la historia. Tenemos que pagar a Hacienda, y, en general, no tenemos ninguna motivación para hacerlo y si muchas para no hacerlo. No podemos inculcar a una persona durante 16 años, que solo debe cumplir con su deber y sus obligaciones si está motivado para ello y si no, pues da igual, se le pasa de curso. Me parece un engaño. En la educación entran en juego dos partes. Maestros y alumnos. Y ambas partes han de tener por igual obligaciones y deberes, que han de cumplir, motivados o no. Y ambas partes han de motivar a la otra. La motivación surge de la voluntad de hacer algo. Es algo interior. Va de dentro a afuera. Entiendo la motivación como uno de tantos aspectos de la metodología empleada, y desde luego no uno de los aspectos absolutos. Tratar de potenciar, estimular, robustecer la motivación que ya traiga el alumno en su almario es guay. (Escribo almario en relación al alma, no a un armario) El problema: se pretende que todo lo que sea responsabilidad u obligaciones es algo negativo. Esto ocurre desde casi todos los ámbitos, se potencia y se imbuye desorbitadamente. No. De nuevo no. La responsabilidad es algo valioso. Ayuda a la persona a crecer, a madurar, a convivir cívicamente, a tener una sociedad en la que los derechos del individuo se respeten más, una sociedad más pacífica, menos agresiva. La responsabilidad es maravillosa. Es un valor educativo de mucho más peso que la motivación. Se nos bombardea con que todo ha de ser CÓMODO Y FÁCIL. NO. Ni todo es cómodo, ni todo es fácil. Tener las veinticuatro horas del día lúdicas, ni es real, ni ayuda a madurar a nadie. Por otra parte, es mentira. Una falacia que si puede traumatizar a una persona, una vez que tome contacto con la realidad. Asumir responsabilidades, ser conscientes de las obligaciones y de los deberes que tenemos hacia los demás, no puede traumatizar a nadie. Es una de las formas que tenemos para conseguir una sociedad más justa y más responsable hacia los problemas que constantemente se plantean. A fin de cuentas, lo mucho que queda por hacer, es simplemente lo poquito que cada uno deja de hacer. A veces pienso que la motivación se ha puesto en el rango de un valor. La motivación no es un valor tan grande que pueda sustituir a todos los demás. Valores tan enormemente positivos como la disciplina, el esfuerzo, el rigor de los conocimientos que se transcriben, amén de otros, se han querido sustituir por la motivación. Para mi la motivación no es ni tan siquiera un valor. Es algo necesario para dar sentido al esfuerzo. Es un incentivo, un estímulo, pero no un valor. Pero, por supuesto, no es un valor. Vuelvo de nuevo a la cuestión. Vivir en sociedad, beneficiarse de las ventajas que comporta vivir en sociedad, requiere una serie de responsabilidades, obligaciones y deberes, que hemos de adoptar, asumir y cumplir estemos motivados o no. La única razón para llevar a cabo una labor no ha de ser, ni mucho menos la motivación, antes hay que considerar otros muchos aspectos. Conseguir ser una persona con unos criterios serios y válidos, se obtiene con una formación exhaustiva y rigurosa y eso no se consigue sin esfuerzo.

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